LA CALLE DE LA QUEMADA
Actualmente la gente usa las calles de su ciudad ubicándolas por distintos nombres a veces ni siquiera se preguntan por que fueron nombradas así, mi nombre es Beatriz, y existe una calle en la ciudad de México a la cual nombran "La calle de la Quemada" justo por mi trágica historia, aunque actualmente es la quinta calle de Jesús María.
Recuerdo que en aquel entonces regia La Nueva España Don Luis de Velasco I que reemplazaba al virrey Don Antonio de Mendoza que bajo el mismo cargo fue enviado a Perú.
Fue en ese entonces cuando mi padre Don Gonzalo Espinosa de Guevara y yo llegamos de La Villa de Illescas a México, nos alojamos en una linda y hermosa casona, donde mi padre llevaba sus negocios, tenia minas y realizaba encomiendas.
Con tan solo 20 años de edad la gente decía que yo era hermosa y la verdad es que en aquel entonces tenia una cara muy fina, un cuerpo esbelto de curvas pronunciadas y un cabello tan largo que llegaba como cascada al final de mi espalda, sin embargo la belleza nunca fue algo que me importara, a mi me gustaba socorrer a los necesitados, curar a enfermos o incluso despojarme de mis cosas para ayudar a los humildes.
No faltaron los hombres que pretendían mi amor, muchos me cortejaban pero yo ya había puesto mis ojos en el italiano Martín de Scópoli Marqués de Piamonte, teníamos un bello romance, él era todo un caballero y tenía una presencia muy imponente.
Una noche llego mi nana y me entrego unas esquelas que decían que mi amado se había plantado en la mitad de la calleja donde yo vivía cerca del convento de Jesús María y que cegado por los celos no dejaba pasar a ningún caballero, provocando duelos con espadas en los que él al ser tan fuerte los dejaba heridos o muertos en medio de la calle, yo no lo podía creer, no era necesario tanta muerte, si yo siempre fui fiel toda mi vida, solo lo ame a él.
Mi corazón estaba inundado por la pena, el llegar a mi recámara me vi en el espejo y pude ver mi dulce rostro, llore de impotencia pues sentí que la culpa de los celos era por la belleza de mi cara, no voy a negar que me odie, empece a rezar a Santa Lucia aquella mártir que se saco los ojos y fue esta santa la que me inspiro a terminar con todo.
Esa noche despedí a la servidumbre y sabia que mi padre no estaría en casa, subí a mi recámara y de impotencia al volver a ver mi reflejo corrí por una anafre, le prendí carbón, el calor invadía la habitación y pronunciando una y otra vez el nombre de Martín junto con el de Santa Lucía, tome valor y presioné mi rostro contra el fuego, mi rostro se comenzó a derretir y llena de horror desde mis entrañas solté un grito de dolor, el grito lo escucho mi consejero el Fray Marcos de Jesús y Gracia, él corrió hasta donde me encontraba desmayada de la impresión, trato de ponerme hierbas y vinagre pero mi rostro ya estaba desfigurado, las cuencas de mis ojos apenas y se marcaban, estaba llena de sangre con la carne viva, no tuve de otra más que confesarle que lo había echo para que Martín dejara de celarme y con esto dar fina todas las matanzas.
El fray fue el mensajero que anuncio mi desgracia a mi amado y cual seria nuestra sorpresa, pues mi amado Martín corriendo fue a verme, yo tenía el rostro tapado con un velo negro pero al destaparme frente a él se quedo atónito, apenado sintió mucho remordimiento y culpa, me pidió perdón y también me pidió matrimonio dijo que no se fijaba en mi belleza si no en mi persona, me prometió jamás volver a cometer barbaridades.
Nunca más volví a mostrar mi rostro, el día de mi boda use un velo blanco que tapara mi tragedia y cada que salia de casa a ayudar a los mas necesitados siempre lo hacia con el rostro cubierto, por eso que la gente comenzó a llamar a la calle donde vivía "La calle de la quemada" y aunque ya paso mucho tiempo mi grito de dolor se quedo ha impregnado en dicho lugar.
ESCUCHA "LA QUEMADA"
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