sábado, 26 de noviembre de 2016

LA MONJA DE LA CATEDRAL DE DURANGO


LA MONJA DE LA CATEDRAL DE DURANGO


Siempre tuve problemas para dormir, así que cuando todas se iban a la cama, yo me escabullía al campanario a hablar con Dios. Una noche de luna llena vi cómo se movilizaban varios soldados franceses. Eran un momento complicado en México,  estaba por comenzar la 2da intervención francesa y aquí en Durango había muchos soldados pero hubo uno de ellos que capto mi atención, un bello y angelical soldado, en misa solo podía asomarme por las pequeñas rejas que nos permitían ver a los fieles en la casa de nuestro señor y lo veía ahí, tan noble, tan guapo, tan…prohibido.

Una noche de desvelo como cualquier otra, escuche las puertas de la catedral retumbar levemente, por suerte iba apenas rumbo al campanario, cuando abrí las puertas, vi con asombro que era el soldado que llenaba mis ojos de alegría, herido y apunto de desfallecer, cuando de su garganta salieron palabras apenas reconocibles: ¡Ayuda por favor!
Sin saber cuál era el peligro que lo acechaba, lo lleve al campanario, lo cuide pues tenía conocimientos de enfermería y lo escondí de todas las monjas, a los pocos meses estábamos enamorados el uno del otro, mi amado Fernando era mío y de nadie más, bueno talvez solo de alguien más, del regalo que llevaba en mi vientre.

Una noche, mi amado Fernando me dijo que iba a encontrarse con su pelotón cerca de lo que hoy es santa bárbara, me dijo que regresaría por nosotros, que íbamos a partir a Francia, donde no habría más problemas, nadie me vería mal y viviríamos felices como una familia.
En las noches de luna llena salía al campanario a esperarlo, hasta que un día creí ver entre las sombras a mi amado Fernando, le empecé a gritar y a hacerle señas, emocionada hasta las entrañas resbale del campanario y caí de 30 metros de altura.



Más de 150 años después, sigo viviendo ese día cada luna llena, buscando al hombre al que jure esperar por siempre, ese es mi castigo por amar a un hombre sobre dios, me arrepiento de haberlo encontrado, de haberlo esperado, no  imaginan lo terriblemente escalofriante que es para mí revivir mi muerte todo el tiempo y  tener que hacerlo mientras la gente me ve.

Mi nombre Beatriz se va diluyendo en el tiempo, ahora la gente me nombra, la monja de la catedral de Durango.




ESCUCHA "LA MONJA DE LA CATEDRAL"

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